lunes, 24 de noviembre de 2008

MI AMIGO EL MUN

El Mun era el clásico hijo sándwich, pero de esos sándwiches, retacados de jamón, queso de puerco, queso panela, jitomate y harto aguacate, ya que tenia como cuatro hermanos, mayores que el, -dos hombres y dos mujeres- y para su mala suerte tres hermanas mas chicas, por lo que digamos que no gozaba de mucha popularidad familiar, y mucho menos atención de sus padres, -aunque en ese tiempo, era en lo que menos pensábamos-, ambos teníamos la misma edad, y por eso nos llevábamos tan bien, éramos de los mas jóvenes de la calle, que ya tenían permiso de salir a jugar, eso si al primer grito de la mamá, era para adentro, mas rápido que en chinga.

Algunas veces, desafiando toda autoridad, nos escapábamos a la rosticería del mercado, la cual se encontraba a tres calles, allá íbamos, una partida de mocosos liderada por el Mun, unos metros antes de llegar, reuníamos el poco dinero que cada uno traía en sus bolsas, separando con los dedos, los carritos, una estampa del álbum que estaba de moda, o un muñequito de esos que salían en los Doritos, en busca de alguna moneda de cualquier denominación, una ves hecha la colecta, el Mun se encargaba de la negociación con don Toño, el dueño de la rosticería, era algo así, como mostrar el puñado de monedas, -algunas sucias y hasta chuecas- y preguntar ¿pa cuantas patitas me alcanza? Nunca supe exactamente cuanto costaba cada pata de pollo rostizado, ahora creo que don Toño, sabia que las patas que le quedaban, no tan fácil las vendería al día siguiente, el asunto es que el Mun regresaba con una bolsa llena de patitas calientes de pollo rostizado, bañadas en salsa roja picante, la cual devorábamos aunque nos escurrieran los mocos por la nariz y las lagrimas se nos salieran, debido a la tremenda enchilada.

Después del banquete, buscábamos en alguna casa, una llave de agua, para tratar de aminorar los efectos de esa salsa roja tan picante, pero que tan buen sabor le daba a las patitas rostizadas.

El mun y yo crecimos, nos hicimos adolescentes y los mejores amigos de la calle, era casi como el hermano que nunca tuve, compartía con el lo poco o mucho de dinero que me daba mi madre, mi condición de hijo único me favorecía y juntos nos seguíamos dando la buena vida, ya no con las patitas rostizadas, ahora con las flautas del mercado, las patitas de puerco en escabeche de los domingos del tianguis, o por la noche, los tacos de Manolo, de los que de suadero eran sus favoritos, los míos, los de pastor.

El tiempo paso, y aunque el ya no entro a la secundaria, nos seguíamos viendo, casi diario, en la esquina de la calle, o los sábados cuando salíamos a echar la cascarita.

De pronto, algunas veces cuando lo buscaba, sentía que me evitaba, lo veía acompañado de chavos de otra calle, que gozaban de mala reputación, cuando entre a la vocacional, ya casi ni lo veía, el trabajaba desde temprano y yo llegaba después de las once de la noche a la casa.

Los sábados ya no eran para nuestra acostumbrada cascarita, las nuevas generaciones, los hermanos menores, eran ahora los dueños de la calle, de nuestro lugar, y de nuestra esquina.

Termine la vocacional, y cuando entre a la escuela superior, muy a mi pesar, nos cambiamos de esa colonia, por lo que nunca mas volví a ver al Mun.

Hace poco fui al defectuoso a visitar a mi madre, el domingo, día de tianguis, lleve a mi familia a caminar, cuando de repente escuche a alguien decir mi nombre, con tal insistencia que voltee casi de inmediato, me quede viendo a esa persona que me hablaba, al principio no lo reconocí, hasta que me dijo soy Angel, el Mun, lo abrace, estrechamos las manos, le presente, a mi familia, no se si era el dueño de ese puesto o solo empleado, la gente que caminaba por la estrecha calle, hizo que la despedida fuera casi inmediata, le dije que me daba mucho gusto verlo, no pudimos decirnos mas, pero en mi corazón le desee que la vida le sonriera tanto como a mi, a mi buen amigo el Mun.

1 comentario:

Anónimo dijo...

YO TENIA UN AMIGO ASI