jueves, 22 de mayo de 2008

EL VIAJE DE LOS DIEZ AÑOS (tercera parte)

Llegamos al rededor de las 12 del dia, ya casi estaba todo listo, mi madre se había encargado de organizar lo necesario para la comida, únicamente faltaban algunos detalles como el hielo, las cervezas, tortillas en fin, yo únicamente me concretaba a decir a todo que si, mi mente estaba inmersa en actualizar este cúmulo de nuevas imágenes, con los recuerdos que iban apareciendo segundo tras segundo, y que apenas me daban tiempo de asimilarlos, llegamos a la casa de mi tía, misma que nos había ofrecido con anterioridad, inmediatamente los niños corrieron al jardín a hacer lo que ellos saben, correr, saltar subirse a los árboles en fin, la casa estaba tal y como yo la recordaba, algunas cosas nuevas por su puesto, como la construcción de un gran salón que están haciendo, así como un chapoteadero, los árboles que vi pequeños, y que acompañe a la familia de mi tía cuando los sembraron, se levantaban imponentes, muestra clara del tiempo que había pasado, nos mostraron nuevamente la casa, el jardín, los árboles, la fruta que daba cada uno de ellos y su temporada.
Al poco tiempo y después de colocar las mesas, los manteles, las sillas, llevar las salsas y demás cosas para la comida, llegaron juntos tres de mis primos, como pasa el tiempo, que cambiados, me parecía increíble recordar que yo los llevaba al jardín de niños, que jugaba con ellos, los entretenía, les daba el biberón y hasta los cargaba para que se durmieran, y ahora los veía a dos de ellos con sus esposas, sus hijos, fue un golpe a la realidad que había vivido todos estos años en el auto exilio familiar.
Después de las presentaciones de nuestras respectivas familias, la foto con los primos, con los nuevos sobrinos, todo fue perfecto, la comida riquísima, me falto estomago para seguir comiendo, la convivencia, los recuerdos, las anécdotas, les mostramos fotos de las vacaciones, de los festivales de nuestros hijos, en fin, compartimos parte de nuestra vida, de estos últimos diez años.
Por la noche mi tío organizo lo que para ellos ya es costumbre en estas reuniones, la clásica lunada, una fogata, donde los niños asaban -mas bien quemaban- bombones y salchichas, que colgaban de la punta de una vara larga que acercaban a la fogata, mientras los papas platicábamos, algunos tomaban un tequila "pal frío", o una cerveza "pa la calor".
Pusimos una tienda de campaña, y acomodamos las bolsas de dormir, el dia había terminado, los niños estaban súper fatigados y nosotros también, como hubiera querido quedarme mas tiempo en la fogata, -toda la noche- platicando, observando las estrellas, haciendo bromas, pero el reclamo por el " papa me da miedo acuéstate aquí conmigo" fue mas fuerte, me costo trabajo conciliar el sueño, asimilar todo lo que había pasado durante el dia, quería grabarme cada uno de esos momentos, y atesorarlos solo para mi, en ese momento recordé lo que mi hijo de cuatro años me dijo en la fogata, me pregunto ¿papa toda esta gente es mi familia?, le conteste con un simple si, -como explicarle el parentesco con cada uno de ellos- fue suficiente para que gritara ¡¡que padre papa tengo una familia muy grande¡¡ hasta ahora no se si sentí alegría, remordimiento, culpabilidad, o tal ves un poco de todo, y me dormí con el pensamiento de no privar a mis hijos de la convivencia con "una familia muy grande".

No hay comentarios: